lunes, 10 de mayo de 2021

Crítica: Jupiter's Legacy. Temporada 1. Steven S. DeKnight

Si quieres leer la reseña del cómic de Mark Millar y Frank Quitely en que está basada la serie de televisión puedes hacerlo aquí

Cada vez queda más claro que tenemos que sustituir la expresión cine de superhéroes por la de cine con superhéroes. Entender el cine o la televisión protagonizado por personajes con mallas y superpoderes como género cinematográfico supone atribuirle una serie de características argumentales, de tono y de estilo comunes y compartidas por todas las películas adscritas al mismo. Esto puede ser relativamente sencillo cuando hablamos de Los Vengadores, Iron Man o El Hombre de Acero, y digo relativamente, pero sin duda es más complejo si pretendemos meter en el mismo saco a las mencionadas junto a productos como Umbrella Academy o El protegido, que poco tienen que ver. En su medio origignal, el cómic, hace ya años que se asume que los superhéroes no son sino el decorado de la historia que se está contando, y que con un personaje en mallas en la portada se puede contar literalmente cualquier tipo de historia. Esta idea está permeando poco a poco al mundo del cine y la televisión y el siguiente paso ahora es que el público reconozca este hecho. Jupiter’s Legacy es un claro ejemplo de esta idea, pues más que nunca no es una historia de superhéroes, sino una historia con superhéroes. 


Jupiter’s Legacy es la adaptación para Netflix del cómic homónimo de Mark Millar y Frank Quitely. Quien conozca el trabajo de Millar por sus adaptaciones previas al cine —Kick-Ass, Wanted, Kingsman— reconocerá una serie de elementos comunes en su obra: violencia extrema, lenguaje malsonante y una cierta irreverencia gamberra con la que impregna todos sus trabajos, entre otros. Con este curriculum y viendo las fotos promocionales, uno esperaría ver una versión para Netflix de The Boys. Nada más lejos de la realidad. Hay dos elementos de Jupiter’s Legacy, el cómic que no tienen fácil traslación al formato televisivo. El primero la espectacularidad visual. Frank Quitely es uno de los mejores dibujantes de la industria y tiene un estilo muy particular detalladísimo y con una expresividad única. Un estilo imposible de existir fuera de las viñetas. Por otro lado la duración. A pesar de contar con una serie precuela —Jupiter’s Circle, de la que también toma elementos la serie de televisión— la serie original tiene por el momento diez números publicados, aunque se ha anunciado un tercer volumen a publicar este mismo año con doce más. Insuficientes para llevar a cabo una serie de televisión de varias temporadas con interés continuado en el tiempo. Steven S. DeKnight, responsable de trasladar a imagen real el cómic —aunque hacia el final de la producción abandonó el barco por las consabidas diferencias creativas siendo sustituido por Sang Kyu Kim— y consciente de estos dos handicaps decide llevarse la serie a su terreno y expandir aquello que en el cómic se apuntaba pero no llegaba a desarrollarse en profundidad, el drama familiar de los personajes. Pero ¿de qué va Jupiter’s Legacy


La serie está centrada en la comunidad superheroica existente en el mundo, formada por dos únicas generaciones de héroes. La primera, que obtuvo sus poderes tras una larga búsqueda y todo un viaje iniciático en la década de los años 30 y que literalmente inventaron el concepto de superhéroe, estableciendo un Código de actuación y un supergrupo del que todos forman parte. Y la segunda formada por sus descendientes, seres ya nacidos con grandes poderes y la fama de ser hijos de sus padres, que no han voluntariamente la vida heroica, y que hacen uso de sus dones de diferentes formas. Desde quien aspira a convertirse en un icono como lo fuera su padre durante años, hasta quien utiliza la fama para ganar millones rodando anuncios de televisión y gastándose el dinero en fiestas, drogas y alcohol cual estrella del rock desfasada. Con estos mimbres, el cómic de Millar/Quitely tiene un ritmo mucho más ágil, movido siempre por la acción y la espectacularidad, y avanzando de un momento épico al siguiente sin profundizar demasiado en los personajes y sus motivaciones. La serie de Netflix por el contrario tiene un ritmo mucho más pausado, deteniéndose en los personajes y dejando el tema superhéroico como un elemento secundario lo que supone una elección tremendamente acertada. Hablamos de una serie protagonizada por personajes con poderes inimaginables, y por supuesto que hay acción, y cuando llega es de forma espectacular y épica, pero no es el centro de la trama. Lo que de verdad importa en Jupiter’s Legacy es el enfrentamiento ideológico entre las distintas generaciones de superhéroes y cómo eso afecta al entorno familiar y social que comparten y al mundo en el que viven, algo que por otro lado, solo empieza a intuirse hacia el final de la serie, dejando su desarrollo para futuras temporadas. Para hacerse una idea del ritmo que lleva la serie, y aunque la adaptación es libre, la primera temporada equivale aproximadamente a los dos primeros números del cómic. 


La serie cuenta su historia a través de dos líneas temporales paralelas. La primera, en los años 30 cuenta el viaje que hicieron los seis superhéroes originales para obtener sus poderes, una trama de exploración con un sabor muy clásico. La segunda, en el presente, va desvelando poco a poco la trama de fondo de la serie conforme pone el foco en los enfrentamientos existentes dentro de la comunidad superheróica. Ambas líneas son completamente diferentes en tono y estilo y se complementan a la perfección aportando a la producción dos facetas igualmente interesantes. La decisión de utilizar a los mismos actores para ambos momentos temporales da consistencia a la producción aunque es la causa de algunos maquillajes en el momento presente quizás algo pobres. La serie es una adaptación libre del cómic que por momentos parece alejarse del guión de las viñetas para acercarse de nuevo más adelante. De continuar con las mismas líneas generales, las próximas temporadas prometen expandir la trama hasta niveles pocas veces vistos en la televisión con superhéroes. La serie está protagonizada por Josh Duhamel, Ben Daniels, Leslie Bibb, Andrew Horton, Elena Kampouris y Matt Lanter entre otros y los capítulos dirigidos por Charlote BrändStröm, Christopher J. Byrne, Steven S. DeKnight y Marc Jobst y desde el 7 de mayo pueden disfrutarse sus ocho capítulos en Netflix.

lunes, 3 de mayo de 2021

Crítica. Sin remordimientos de Tom Clancy. Stefano Sollima

El hecho de que el nombre del escritor original de la novela en la que se basa la película aparezca en el título de la misma dice muy poco de la fe que tenían los ejecutivos de Paramount —productora original del film que acabó comprando Amazon para incluir en el catálogo de su plataforma— en que la película atrajese al público por sí sola. En el mundo del entretenimiento actual en que si un producto no pertenece a una franquicia, saga o serie queda inmediatamente diez niveles por debajo del radar, dejar claro que una película está incluida en un universo mayor sin duda le da mayor entidad de cara a la taquilla —o a las suscripciones—. Dónde ha quedado el tiempo en que una película podía estrenarse por el mero valor de la producción en sí y no por los títulos asociados a ella. En cualquier caso, en esta ocasión el nombre de Tom Clancy aparece aquí bien grande como parte del título de la cinta con la esperanza de atraer más espectadores lo que, de funcionar, no dejaría de ser irónico dado que encontrar hoy día novelas publicadas y disponibles de Clancy es casi un trabajo de arqueología. Sería interesante averiguar cuántas de las personas que vean la película atraídas por el nombre del escritor conocen realmente su trabajo, pero esto es también un debate para otro día. 

Volviendo al tema que nos ocupa, Sin remordimientos (Without Remorse, 2021, Stefano Sollima) no es sino la enésima adaptación de una novela de Clancy al cine. Las adaptaciones de novelas anteriores han sufrido diversos grados de éxito, pero siempre han estado presentes en la cartelera a lo largo de los años. Desde 1990 hasta la actualidad son cinco las películas protagonizadas por Jack Ryan que se han estrenado, interpretado este por cuatro actores diferentes, Alec Baldwin, Harrison Ford, Ben Affleck y Chris Pine, cinco si contamos a John Krasinski, actual rostro de Ryan en la serie emitida por Amazon Prime. Sin embargo, a pesar del número de intentos y de los grandes nombres asociados a ellos, el personaje de Jack Ryan nunca ha alcanzado la fama que sí disfrutan otros agentes como James Bond o Ethan Hunt. Quizá esa haya sido la razón de trasladar en esta ocasión el protagonismo a un personaje que en las anteriores iteraciones no había pasado de secundario, John Clark, lo que permite por otro lado, al pasar de un analista de la CIA como era Ryan a un agente de campo como es Clark, virar la franquicia un poco más hacia la acción. 


Independientemente de lo que esta película signifique para el universo fílmico de Tom Clancy, desnudándola de todo esto que en el fondo no deja de ser accesorio, lo que Sin remordimientos acaba siendo es un thriller de acción y espionaje más que solvente. No obstante el responsable de traspasar al guión la novela original en una adaptación más que libre de la misma ha sido Taylor Sheridan, uno de los guionistas más interesantes del panorama actual. El guión no alcanza el nivel de otros libretos suyos más personales como el de Comanchería (Hell or high water, 2016, David Mackenzie), Sicario (Id, 2015, Denis Villeneuve) o Sicario: el día del soldado (Sicario: Day of the soldado, 2018, Sollima) y esto posiblemente tenga mucho que ver con las restricciones con las que se haya encontrado al abordar un producto de franquicia como este. Pero pese a esto, y al evidente giro hacia la acción que se pretende imprimir a la saga, Sheridan logra construir con muy pocos elementos una trama política, ya vista eso sí, pero que aporta un cierto peso a la película ofreciendo al espectador algo más que escenas de acción bien rodadas. Sheridan y Sollima, de nuevo juntos, logran un buen equilibrio entre una acción de cuidada coreografía y una trama de traiciones y conspiraciones políticas que apuntala las escenas de acción sobre una base sólida. No resulta un éxito rotundo en ninguna de sus dos facetas, ni en la categoría de película de venganza donde otras como la saga John Wick o Venganza le quedan muy lejos ni en la de thriller de acción político donde las mencionadas Sicario son claramente superiores, pero en ese terreno medio tan disputado en los últimos años por las plataformas de streaming queda entre las primeras posiciones. 


Gran parte del éxito se debe también a Michael B. Jordan, encargado de interpretar al agente protagonista y que lleva camino de convertirse en uno de los actores de acción más solventes de su generación. Es más que capaz de llevar a cabo las abundantes escenas de acción y también de sostener con dignidad la parte dramática del film haciendo que escenas de una sencillez pasmosa por lo obvio de las mismas —no hablemos de la mujer de Clark y de su función en la trama— no desentonen dentro de la película y acaben encajando en el metraje sin complicaciones. No hay duda de que la película tiene la intención de iniciar una nueva etapa dentro de la larga franquicia de películas de Tom Clancy —ojo, escena postcreditos— y habrá que dar tiempo para descubrir si es capaz de levantar un proyecto semejante, pero por el momento el camino está iniciado, y viendo que la serie de televisión de Jack Ryan tiene ya una tercera temporada confirmada parece que el interés existe en el público.


Sin remordimientos de Tom Clancy puede verse desde el 30 de abril en Amazon Prime Video.

jueves, 15 de abril de 2021

Crítica. 'Sound of Metal'. Darius Marder

Sound of Metal (Id, 2019, Darius Marder) es la historia de un baterista de heavy metal que tiene que aprender a vivir e interactuar de nuevo con el mundo tras perder repentinamente la audición. Toda la cinta es el proceso por el que Ruben tendrá que enfrentarse de nuevo al mundo desde un prisma nuevo y sobre todo tendrá que aprender a vivir consigo mismo de una forma diferente. Un camino hacia la aceptación personal

Un papel como este necesita a un actor con una sensibilidad única y en especial estado de gracia. Riz Ahmed (Ruben) a quien conocimos en la piel del piloto de Rogue One: Una historia de Star Wars (Rogue One, 2016, Gareth Edwards), el villano de Venom (Id, 2018, Ruben Fleischer) o el agente enemigo de Jason Bourne (Id, 2016, Paul Grenngrass) es la persona encargada de dar vida a Ruben. La propia sordera del personaje obliga al actor a desarrollar una actuación con un importante componente expresivo. Ahmed logra el equilibrio perfecto entre la ira del un músico exdrogadicto que está perdiendo el principal atributo para seguir realizando su trabajo y la expresiva gestualidad que poco a poco va adquiriendo como miembro de la comunidad sorda. Lejos de la sobreactuación en la que podría haber caído, Ahmed construye un personaje que pasa por todos los niveles del rango comunicativo. Con la contención necesaria para transmitir las emociones, en los momentos en que está solo, con un minimalismo expresivo que contrasta temática y físicamente con las grandes explosiones gestuales que tienen lugar cuando se encuentra en compañía de otros sordos. 


La otra gran pata que sostiene esta película es el apartado sonoro. Nicolas Becker, diseñador de sonido de la película, venía de trabajar con directores tremendamente personales en películas donde el tratamiento del sonido tenía una importancia capital como La llegada (Arrival, 2016, Denis Villeneuve) o Gravity (Id, 2013, Alfonso Cuarón). Alejandose de su trabajo en aquellas, en Sound of Metal construye todo un paisaje sonoro basado en el silencio y en diferentes capas de ausencia de sonido, que se adapta a la perfección a las diferentes fases por las que pasa el protagonista. No se trata únicamente del uso del silencio absoluto —aunque también lo hay en escenas concretas— sino de todo un juego minucioso a lo largo del espectro sonoro construyendo distintos niveles de ausencia de sonido que transmiten al espectador con exactitud lo que Ruben está oyendo. Hay momentos en los que la audición del protagonista está alrededor de un 15% o 20%. La plasmación técnica de esto no consiste únicamente en bajar el volumen sino en encontrar una distorsión de la audición adecuada que acentúa los sonidos graves y que más que bajar el volumen, lo “aleja” del espectador hasta que el sonido se siente más que se escucha. Otros momentos Ruben oye a través de aparatos electrónicos como auriculares o audífonos El sonido en cada caso es siempre diferente, lejos de ser un juego de volumen, Becker modula el sonido ampliándolo, distorsionando, mezclándolo con el ruido hasta formar sensaciones diferentes y únicas en cada caso. Y hay también momentos emotivos en los que el sonido adquiere un componente visual fundamental y juntos, sonido e imagen, dan forma a las risas de los niños sordos o el aplauso de sus compañeros sordos. El sonido del silencio. 


Estos dos aspectos por sí solos, la interpretación de Riz Ahmed y la dirección sonora de Sound of Metal se bastan por si solos para elevar esta cinta que por lo demás no deja de seguir el patrón de tantas otras producciones dramáticas de Hollywood. Reduciéndola a su esqueleto más básico, el relato de alguien que sufre una tragedia y encuentra a otra persona/grupo que le ayuda a aceptarse de nuevo, es algo visto cientos de veces. Especialmente inexplicable es el hecho de que el guión desaproveche la elección profesional de su protagonista. El hecho de que Ruben sea un músico que está perdiendo audición podría haber aportado toda una capa adicional al drama de la película pero sin embargo no tiene una importancia real más allá de dos escenas concretas. Resulta curiosa la calificación de esta película como indie, cuando en el fondo es un drama hollywoodiense de manual. Esto sirve de reflejo perfecto del estado de una industria cargada de blockbusters y películas de franquicia que solo se acuerda de películas de producción más modesta en la temporada de premios. Ahora estas películas que antes podían realizarse bajo el amparo de Hollywood tienen que financiarse con el dinero de las plataformas de streaming —Sound of Metal llegó directamente a Amazon Prime Video, una pena por lo magníficamente que hubiera aprovechado la sonoridad de una sala de cine— y luego ser aprovechadas por la maquinaria de Hollywood en su beneficio. 

En cualquier caso, Marder, apoyado en sus dos escuderos, es capaz de vestir un guión que no pasa de ser correcto y convertirlo en un notable drama sobre la superación y la aceptación de uno mismo consiguiendo convertir la película a toda una experiencia sensorial.

lunes, 12 de abril de 2021

Reel One anuncia un nuevo sello para películas de serie B en Blu-ray


La editora y distribuidora de cine en formato doméstico Reel One ha anunciado hoy el lanzamiento de un nuevo sello demonizado Midnight Sessions, destinado a dar cabida a películas de marcada serie B que reinaron en los cines en las décadas de los años 70 y 80, para disfrutar de sesiones de medianoche o en programas dobles. 

La película responsable de inaugurar este sello será Inseminoid, dirigida por Norman J Warren y protagonizada por Robin Clarke, Jennifer Ashley, Stephanie Beacham, Victoria Tennant y Judy Geeson. 


La película, que será editada en Bluray por primera vez en nuestro país cuenta como una expedición de científicos y arqueólogos destinados en un remoto planeta es atacada por una fuerza desconocida cuando un monstruo alienígena insemina a una de sus integrantes, dando a luz a criaturas sedientas de sangre. Una película ideal para organizar una sesión doble fantástica. Habrá que esperar a futuros anuncios del Reel One para saber con qué acompañarla.

A continuación tenéis el trailer en inglés de Inseminoid para ir abriendo el apetito.


jueves, 8 de abril de 2021

Crítica. 'Nomadland'. Cloé Zhao

El primer plano de Nomadland (Id, 2020, Cloe Zhao) muestra a Fern (Frances McDormand) en un trastero de alquiler de su desaparecido pueblo, recogiendo las posesiones de su marido fallecido. Fern se aferra a una prenda suya pero es incapaz de llorar. Esas lágrimas, incapaces de salir de sus ojos, caen en cambio en forma de gotas de agua desde el tejado del trastero. El plano, bellamente compuesto muestra a Fern aferrada a la prenda, mientras en primer plano caen estas lágrimas de deshielo. Uno de los últimos planos de la película muestra a la protagonista después de un año de recorrido físico y vital a lo largo y ancho de los Estados Unidos en el mismo lugar y esta vez sí, llorando. Esos dos momentos sintetizan a la perfección Nomadland. No se trata de llegar a ningún sitio, sino de hacer todo un viaje emocional que, cientos de kilómetros después, deja a Fern de nuevo en el mismo sitio pero completamente cambiada por dentro

Igual que su anterior película, la maravillosa The Rider (Id, 2017, Zhao), Nomadland es una historia sobre alguien que tiene que hacer lo que tiene que hacer, no porque esté obligado a ello sino por una suerte de determinismo vital. Hay ciertas personas que han nacido para estar en un sitio concreto, para dedicarse a una tarea determinada, y Fern en Nomadland, igual que Brady (Brady Jandreau) en The Rider son estas personas. Ambos mantienen una lucha constante entre salir de la vida a la que se han visto abocados o abrazarla por completo. Y solo mediante esta última opción logran alcanzar la catarsis definitiva que buscaban sin saberlo


Zhao sigue a Fern mientras esta deambula por los parajes desiertos de los Estados Unidos con una perspectiva objetiva, casi documental —no por nada la gran mayoría de los personajes de la película están interpretados por personas reales que aparecen en la película tal y como son, algunos de los nómadas reales que Zhao encontró en el camino, algo que también ocurría en The Rider—. Pese a la enorme emotividad de la película, no hay nada de subjetividad en su realización. No hay ni un solo sentimiento provocado. Mediante planos siempre objetivos, la directora se limita a seguir a los personajes y son ellos quienes transmiten, a través de sus acciones y diálogos, sin intromisión de la cámara en las emociones del espectador. Zhao se limita a mostrar una realidad sin inmiscuirse en ella. 


Y la realidad que enfoca Nomadland es un área de la población norteamericana, y por extensión en cierto modo occidental, que no suele ser mostrada por la ficción: los desposeídos, los abandonados, la puerta trasera de la sociedad. Personas en su mayoría de elevada edad —pero no únicamente— que han sido despedidas, desahuciadas, que han sufrido tragedias o enfermedades y viven ahora al margen de la sociedad. Pero Zhao no hace de la crítica al sistema capitalista el centro de su película. Si bien está presente de forma tangencial a lo largo de todo el metraje, lo que realmente muestra es un grupo de personas alejadas de la sociedad, no necesariamente —o exclusivamente— por culpa del sistema económico. Fern fue despedida del trabajo, e incluso el pueblo industrial en el que vivía desapareció literalmente del mapa; pero siguen existiendo para ella oportunidades de reinsertarse en la comunidad que desde un lugar entre lo consciente y lo inconsciente ella misma rechaza. Donde ha fallado la sociedad no es tanto en dar trabajo o cobijo a estos nómadas sino en darles apoyo cuando lo han necesitado, crear un espacio y un sistema que pueda ayudarles a salir adelante desde un punto de vista emocional. Los nómadas con los que Fern se cruza en su periplo han perdido a familiares, han sido diagnosticados con enfermedades terminales o sencillamente no son capaces de encontrar un lugar adecuado para ellos en la sociedad. Como le ocurre a la propia Fern, el sistema les ha empujado a vivir una vida nómada que en muchos casos ya estaba dentro de ellos. Se trata de personas en busca de algo, pero ese algo no está al final de ningún camino marcado, sino en cada kilómetro de la carretera, en cada piedra del desierto. Una de ellas, Swankie, rememora los parajes que ha visto en sus viajes y las maravillas naturales que ha contemplado, “si hubiera muerto en aquel momento, hubiera muerto feliz. No me quedaba nada más por hacer”. Las personas que habitan Nomadland no tienen que hacer las paces con nadie más que consigo mismos. Encontrar dentro de sí el equilibrio necesario para seguir adelante.

miércoles, 7 de abril de 2021

Nace Arvi Licensing que distribuirá en formato físico las películas de Sony y Universal


Arvi Licensing
es el nombre de la nueva empresa española que trae a los amantes del cine en casa los mejores títulos en DVD, Blu-ray y 4K UHD. La recién creada compañía ha adquirido las licencias para distribuir en España y Andorra, en exclusiva, los títulos en formato físico de Sony Pictures Entertainment, Universal Pictures, Entertainment One (eOne), Vértigo Films y F&P Media

Este acuerdo de licencias entró en vigor el 1 de abril, y los primeros lanzamientos de Arvi tendrán lugar el próximo 21 de abril. Los títulos lanzados por Arvi podrán encontrarse en las tiendas habituales con secciones de cine en casa, tanto físicas como online. 

De capital 100% español y con sede en Madrid, Arvi ofrecerá entretenimiento en casa con los más altos estándares de calidad, ocupándose de la gestión, producción, distribución y comercialización de los títulos en formato físico de Sony Pictures Entertainment, Universal Pictures, eOne, Vértigo Films y F&P Media. El objetivo de Arvi es ofrecer ediciones excelentes para todos los tipos de público: amantes de los grandes éxitos comerciales, cine familiar y animación, series de prestigio, cine de autor, documentales y clásicos. La empresa ha contado con el importante apoyo de Avalmadrid. 

Arvi cubrirá con sus lanzamientos todo el espectro de formatos físicos: DVD, Blu-ray y 4K UHD, con una clara apuesta por la ultra alta definición, editando novedades cinematográficas y títulos destacados de catálogo que se verán mejor que nunca en UHD

Otro de los pilares de Arvi será la reivindicación de los clásicos, con reediciones remasterizadas de títulos inolvidables, packs especiales para cinéfilos y editando por primera vez en Blu-ray clásicos que nunca habían estado disponibles en alta definición. En los próximos meses, películas memorables de directores como Billy Wilder, Douglas Sirk, Frank Capra, Ernst Lubitsch o Fritz Lang tendrán una nueva vida con ediciones por primera vez en Blu-ray. 

El equipo tras Arvi 

Los fundadores de Arvi son Sergio Arranz y Juan Manuel Villalba, profesionales con más de dos décadas de experiencia en la industria audiovisual, especializados en el ámbito del cineen casa en formato físico. Arranz y Villalba se acompañan de un equipo altamente cualificado que cubrirá todas las áreas de la comercialización y distribución de entretenimiento en formato físico: producción, logística, ventas, finanzas, marketing... 

En palabras de Arranz y Villalba, socios directores de Arvi, “los creadores de Arvi hemos desempeñado puestos directivos en estudios de Hollywood, por lo que la nueva empresa está avalada por nuestros excelentes resultados gestionando los portfolios de estos estudios a lo largo de los últimos 20 años, así como por la relación de confianza con los estudios construida durante décadas”. Según los directivos, este acuerdo de licencia en exclusiva “da comienzo a una nueva colaboración muy beneficiosa para ambas partes, con la seguridad de que el portfolio de los estudios queda en las mejores manos durante los próximos años”. 



Los títulos más esperados 


Gracias a este acuerdo de licencias, Arvi lanzará después de su estreno en cines las ediciones en DVD, Blu-ray y 4K UHD de los grandes blockbusters más esperados, tales como la nueva entrega de la franquicia Bond, Sin tiempo para morir, Fast & Furious 9, Cazafantasmas: Más allá o la última encarnación del terrorífico Mike Myers en Halloween Kills. En el universo de Spider-Man, Arvi traerá en formato físico la tercera película con Tom Holland como el trepamuros, Spider-Man: Sin camino a casa, así como dos títulos donde dos némesis del superhéroe toman el protagonismo: Venom: Habrá matanza y Morbius

También habrá tardes de sofá y palomitas en familia gracias a Arvi: la empresa será la responsable de editar en formato físico los títulos más deseados por los más pequeños, como las deliciosas creaciones de Illumination, ‘Minions: El origen de Gru’ y las secuelas de ‘¡Canta!’ y ‘La familia Addams’; la animación con el sello Dreamworks con ‘Bebé jefazo 2’ y ‘Spirit Untamed’ ; la descacharrante cuarta entrega de ‘Hotel Transilvania’ o el regreso del conejo más encantador y gamberro con ‘Peter Rabbit 2: A la fuga’. 

Precisamente, uno de los primeros grandes lanzamientos de Arvi es un título familiar de Universal Pictures, Los Croods: Una nueva era. El último éxito de Dreamworks llegará en DVD y Blu-ray el próximo 21 de abril.

martes, 6 de abril de 2021

Crítica: 'Godzilla vs. Kong', Adam Wyngard

Godzilla vs. Kong (Id, 2020, Adam Wingard) es la definición gráfica de lección aprendida. La película, cierre de esta imaginaria “primera fase” del Monsterverso, es capaz de sumar los aciertos de las películas anteriores de la franquicia dejando de lado los principales fallos, dando como resultado un blockbuster de manual de los que, como está siendo demostrado, pueden arrastrar al público a las salas. 

Recordemos brevemente las anteriores iteraciones de este Monsterverso. En Godzilla (Id, 2014, Gareth Edwards) se trató de aplicar a rajatabla aquello de insinuar siempre es mejor que mostrar en una película que pedía a gritos todo lo contrario, más aún cuando la trama de los personajes humanos —así como los propios personajes— fallaban estrepitosamente. Kong: La Isla Calavera (Kong: Skull Island, 2017, Jordan Vogt-Roberts), sin duda la más equilibrada hasta el momento, aprovechaba el look sesentero reminiscente de Apocalypse Now (Id, 1979, Francis Ford Coppola) y un reparto más que solvente para ofrecer una película mucho más redonda que la anterior. Aquí sí, la criatura se mostraba desde el primer momento, y la acción estaba a la altura, aunque quizás su ubicación y ambientación temporal la dejaran en una posición algo deslocalizada dentro de la saga. Por su parte Godzilla: el rey de los monstruos (Godzilla: King of the Monsters, 2019, Michael Dougherty) fue con todo. La espectacularidad alcanzada por las batallas del monstruo nuclear contra el resto de criaturas de la película era algo nunca antes visto. La trama de los personajes humanos seguía sin importar a nadie y la acción no quedaba excesivamente bien narrada, pero los niveles de espectacularidad eran mayúsculos. Godzilla vs. Kong toma lo mejor de cada una de ellas para crear una espectacular explosión visual de 113 minutos de duración




Uno de los grandes aciertos de la cinta reside en el entendimiento de que ambas criaturas provienen de contextos diferentes que poco tienen en común entre sí. Esto, que podría haber jugado en contra de una película que quiere hacernos creer que el simio gigante y el monstruo nuclear tienen un mismo origen, acaba siendo una baza a favor cuando se utiliza para contar dos historias diferentes separando las tramas de cada personaje. Mientras Godzilla se mantiene a orillas de grandes ciudades que poder destrozar, Kong, el verdadero protagonista de la cinta, se mete de lleno en una aventura de ciencia-ficción pulp abrazando de pleno las teorías de la Tierra Hueca que apenas se apuntaban en anteriores entregas. Parecería difícil de creer que un mundo que conoce y lidia con la existencia de los Titanes siguiera siendo igual que el mundo que conocemos, y Godzilla vs Kong es consciente de ello. La película dedica algunos minutos —pocos— a mostrar cómo ha cambiado el mundo, científica y socialmente desde la aparición de Godzilla en la primera película, y esto sirve de excusa para, cuando llega el momento, meterse de lleno en una ciencia ficción desvergonzada y sin complejos. Los conceptos locos que presenta la película no tendrían cabida en los entornos más realistas de las anteriores entregas pero encajan con facilidad en el mundo que muestra esta película. 



Y por supuesto la acción. Más cercana a la claridad narrativa de Kong: Isla Calavera que al barullo digital de Godzilla: rey de los monstruos. Cuando las criaturas se enfrentan, y lo hacen pronto y en un buen número de minutos de la cinta, lo hacen a lo grande. En todo momento queda claro lo que está pasando. La acción de Godzilla Vs Kong es lo más espectacular que se ha visto en una pantalla de cine en años. Por supuesto, como es de esperar en un producto de franquicia como este, no hay atisbo alguno de personalidad fílmica tras la dirección de Wingard, si bien es cierto que se aprecian algunos movimientos de cámara y planificación de escenas que realzan la espectacularidad de la película y lo posicionan como un nombre a tener en cuenta para futuros productos de estas características. 



Godzilla vs Kong es una cinta de acción masiva y espectacular que invita a no pararse a pensar dos veces en lo que te está contando. Su guión tiene numerosos aciertos, más estructurales que narrativos, pero en su mayoría no deja de ser una sucesión de escenas que permiten enlazar una set piece tras otra sin perder demasiado tiempo. Y sus protagonistas humanos quedan a medio camino entre lo tolerable y lo indiferente aunque siendo honestos no sobran en ningún caso. Es una película que da exactamente lo que ofrece a un nivel más que sobresaliente, perfectamente consciente de su condición y con una maestría en la ejecución envidiable.

jueves, 25 de marzo de 2021

'La Liga de la Justicia de Zack Snyder'


¿Qué hacemos con todo esto?

Hablar de La Liga de la Justicia de Zack Snyder (Zack Snyder’s Justice League, Zack Snyder, 2021) es casi hoy en día un deporte de riesgo. El director se ha convertido con los años en uno de esos personajes públicos que generan una controversia malsana a su alrededor, un agresivo enfrentamiento entre detractores y partidarios que empaña sus películas haciendo difícil crear un diálogo sano a su alrededor. Cuando uno lleva meses criticando a un director y la película que está filmando, se hace difícil apreciar, al menos públicamente, las virtudes que pueda tener la cinta, igual que se presenta una tarea prácticamente imposible reconocer los fallos cuando has sido el mayor defensor de la obra antes incluso de esta fuese algo más allá de una entelequia. Lo que ha existido alrededor de esta película es muestra de lo peor que internet puede ofrecer pero también la ha convertido sin duda en uno de los sucesos cinematográficos de los últimos años. No solo por su cualidades fílmicas sino por lo que tiene de movimiento social y por el significado que tiene para el futuro de la industria. Una industria en la que cada vez más, el poder de decisión está mudando de directivos trajeados a la gran masa formada por el público. Si esto es bueno o malo aún está por ver.


Dicho esto me parece importante dejar clara mi posición respecto a la cinta desde el inicio, así, si alguien no la comparte puede cerrar la ventana del navegador y ahorrarse un buen número de palabras. Liga de la Justicia (Justice League, Snyder, 2017), la película estrenada en 2017, planteada por Zack Snyder y firmada por Josh Whedon no me gustó. Cierto es que la aprecié algo más cuando la revisité tiempo después, pero sigo creyendo que es una cinta mediocre que aqueja de la principal crítica que se le ha hecho siempre al universo DC de Warner, algo que no por más repetido es menos cierto. Pisaron el acelerador demasiado pronto y quisieron emular en tres películas lo que la competencia había hecho en el doble. Batman V Superman: el amanecer de la justicia (Batman V Superman. Dawn of Justice, Snyder, 2016) ya fue precipitada, aunque siga siendo una de las mejores películas de la franquicia, se hizo demasiado pronto y podría haber tenido un calado mucho más hondo de haberla hecho con tiempo y planificación. Pero Liga de la Justicia fue la última gota. Llevar a buen puerto una película de grupo teniendo que presentar a más de la mitad del mismo y enfrentarlo a un villano hasta el momento inexistente era más de lo que nadie podría haber hecho, y el resultado fue una cinta de tono irregular a la que el cambio de director terminó de rematar. Cambiar al director de una producción cuando está lleva más de la mitad del rodaje hecho es siempre una decisión arriesgada, pero cuando la persona a sustituir es alguien con una personalidad cinematográfica tan marcada como la de Zack Snyder y habiendo sido además el responsable de erigir todo el universo hasta el momento, convierte a la decisión en no solo arriesgada sino totalmente catastrófica. Ponerse los zapatos de Snyder tuvo que ser todo un reto para Whedon, y nunca sabremos cuánto del resultado se debió al director y cuánto a la propia Warner, igual que nunca sabremos la película que hubiera visto la luz si Snyder hubiera podido terminarla.



El cajón de los recortes


Porque me parece cuanto menos arriesgado afirmar que la película que ha visto ahora la luz a través de la plataforma HBO es la película que Snyder hubiese estrenado en 2017. Por un lado es obvio que el cineasta ha tenido tres años para estudiar la reacción del público y como es lógico ha tomado buena nota de lo aprendido. En esta nueva iteración ha corregido todas las faltas que se achacaron a la cinta de 2017. Si el CGI dejaba mucho que desear, aquí luce de maravilla, donde encontrábamos un villano pobremente definido aquí es dotado de un trasfondo y profundidad nuevas, el humor fácil que tanto llamaba la atención ahora está medido al milímetro. Esta película es el estudio de tres años de las reacciones del público. 


Por otro lado Warner ha tomado la insólita decisión (o quizás no tanto si finalmente le permite reactivar un universo fílmico que hasta hace unas semanas sufría los últimos estertores) de dar carta blanca al creador. No solo una carta blanca sino la baraja entera, y un talonario en blanco de regalo. Snyder ha tenido una libertad creativa absoluta que más de un director consagrado ni ha soñado en toda su carrera, y de la que sin duda no hubiera podido disfrutar si la producción hubiese seguido su curso natural hace cuatro años. Muchos de los elogios que pueden hacerse a La Liga de la Justicia de Zack Snyder vienen precisamente por su duración y por el mayor espacio que tiene para desarrollar a sus personajes. Un espacio del que hubiese carecido en 2017, lo que hubiera provocado problemas similares a los que acabó teniendo la versión estrenada en cines. De modo que asumir que esta película es la versión que Snyder hubiera estrenado en su día si la tragedia no se hubiese cruzado en su vida es una ilusión. En cualquier caso, para analizar el resultado de la producción, todo esto tiene una importancia más bien transversal. La Liga de la Justicia de Zack Snyder es una película diferente a la Liga de la Justicia de Josh Whedon, con muchos elementos comunes, pero diferente.


También es obvio que estas cuatro horas no han salido únicamente del material descartado de aquella primigenia versión. Pueden apreciarse con claridad los planos que vienen del rodaje original, en su mayoría extensiones de escenas ya vistas que replantean en ocasiones por completo el significado o el alcance de las mismas. Pero con igual facilidad se aprecian planos filmados enteramente para esta versión -lo que nos regala un Ben Affleck en diversos estados físicos- e incluso se adivinan escenas creadas digitalmente insertando a los actores sacados de planos del rodaje original en nuevos planos enteramente digitales creados para la ocasión. Un refrito vamos. 




Más allá del estilo.


La película tiene un comienzo algo irregular que hace temer lo peor. Snyder es un cineasta eminentemente estético que prima lo visual a menudo sobre todo lo demás. Es habitual verlo usar y abusar de un estilo visual único y potentísimo, en ocasiones a costa de sus propias películas. En el caso de La Liga de la Justicia de Zack Snyder los primeros compases de la cinta muestran a este director que muchos llaman “de videoclips” como si fuera esto algo despectivo. Ciertamente todos sus tics visuales están aquí, el fetichismo visual, los planos a cámara lenta con canciones contemporáneas de fondo, escenas espectaculares, ideales para fabricar postres y fondos de pantalla pero que entorpecen a menudo la narración, el aspecto digital sobrecargadísimo… El epítome de esto sea posiblemente el plano a cámara lenta de la cuchilla de afeitar de Bruce Wayne (Ben Affleck) bajo el agua del grifo como si esta fuera el arma definitiva, la clave para salvar el universo.


También el formato de 4:3 parece una decisión demasiado caprichosa como para ser valorado positivamente. Cuesta encontrar un argumento narrativo apreciable que obligue al formato cuadrado, y cuando uno lleva unos minutos de película todo parece indicar que la cinta no es sino el resultado de dar a un director caprichoso todos los juguetes de la tienda para que juegue con ellos a su antojo.


Pero.


La película mejora, y de qué manera. Poco a poco va cogiendo carrerilla y como si el propio Snyder fuese entrando en calor va siendo cada vez más contenida y precisa. Parece ridículo conceder estos adjetivos al cine de Zack Snyder pero lo cierto es que pese a tener cuatro horas de metraje, la película tiene un ritmo envidiable y mantiene la atención del espectador de forma magistral. Y esto es así no solo en las escenas de acción que las hay en gran cantidad, y de muy buena factura, sino a la pura narración que está contando. Todos los personajes tienen una profundidad de la que carecían en la anterior versión. Esto se aprecia especialmente en  el caso de Cyborg (Ray Fisher) y en Flash (Ezra Miller) , que en aquella eran meros bosquejos de lo que podían ser y aquí brillan con luz propia hasta el punto de quitar protagonismo a la tríada principal. Pero también ocurre con Aquaman (Jason Momoa), Batman, Superman (Henry Cavill) o Wonder Woman (Gal Gadot). Incluso personajes secundarios como Lois Lane (Amy Adams) pasan de ser meras herramientas narrativas a personajes bien construidos con algo que aportar a la historia. Lo mismo ocurre, por supuesto, con los villanos. En la versión de 2017 parecía difícil creer que un personaje como Steppenwolf (Ciarán Hinds) fuese la causa de la unión de los grandes héroes y que supusiese un verdadero aprieto para ellos. De algún modo parecía poca cosa para lo que uno supone que debe ser la Liga de la Justicia. Aquí por el contrario tiene un desarrollo nuevo, motivaciones y objetivos claros que le erigen como un villano digno y una verdadera amenaza. Y por supuesto está Darkseid, el que en la macrohistoria orquestada por Zack Snyder debería haber sido el gran villano, como lo fuera Thanos para el Universo Marvel. Aparece poco pero lo suficiente como para dejar la semilla. Su mera presencia aporta al conjunto un aire de grandeza que sienta muy bien al grupo.  


En esta película se acentúa el concepto de un mundo disgregado. No son solo los héroes quienes están separados tras los sucesos de Batman V Superman. El mundo está dividido y su principal ídolo ha caído. La unión de los héroes es una metáfora de la unión de la humanidad, un retorno a la grandeza, un recuperar la gloria perdida que apenas se intuía en la versión de 2017 pero que aquí queda perfectamente claro. Hay una historia global de la humanidad que se ve reflejada a pequeña escala en la historia de estos seis personajes. Batman en la primera versión apenas era el responsable de reclutamiento e inventario del grupo, pero aquí adquiere una entidad mayor como verdadero líder de los héroes. A lo largo de la narración llega a encontrar la fe y dispone de un verdadero arco de redención que sirve de broche perfecto de una historia que no nos han contado pero que intuimos gracias a lo que se nos cuenta en esta y en la anterior cinta. Aquaman posee la solemnidad que se le asume al personaje y Wonder Woman se convierte en el verdadero símbolo que nos habían contado que era, pero que no habíamos llegado a ver. Superman por su parte tiene menor presencia en la película en términos relativos dada la mayor duración de la cinta, pero esto le otorga sorprendentemente un protagonismo mayor. Por un lado deja espacio para que respiren el resto de personajes lo que indirectamente le beneficia como miembro de un grupo mucho mejor construido, pero por otro la reducción de su presencia lo coloca en el lugar en el que debe estar, como icono y símbolo. Ese potente faro que da luz allá donde ya no queda esperanza. En 2017 era una mera solución a un problema, el arma pesada que sacar cuando todo lo demás falla. Ahora por es uno más del grupo, el pegamento último que hacía falta para cohesionar al grupo protagonista.




La versión definitiva.


Es difícil valorar una película como esta con todo lo que la ha rodeado. Es mejor película que la versión anterior, de eso no hay duda. Pero hay que reconocer también que gran parte de esta mejora viene por el espacio del que dispone para contar su historia. Podríamos decir que el buen director no es solo el que sabe contar una historia sino el que sabe contarla sin que sobre ni falte nada. Me cuesta afirmar que no sobra nada en esta Liga de la Justicia de Zack Snyder. La película es entretenidísima y un disfrute visual de principio a fin pero no puedo dejar de pensar que se podría haber contado lo mismo en menos tiempo y sin perder ninguno de los elementos positivos de la cinta. Esto, sin embargo no hace un mal director a Snyder, no necesariamente, pero sí uno afortunado que ha tenido la oportunidad de su vida para contar lo que quería contar del modo en que quería hacerlo. En cualquier caso el resultado global de la cinta es muy positivo, pero es que además tiene algo que hace que se la pueda apreciar todavía más, y es que hace mejores a todas las demás películas del universo DC. Tomando esta película como continuación natural de El hombre de Acero (Man of Steel, Snyder, 2013) y Batman V Superman, aquellas ganan una identidad nueva como partes constituyentes de un todo mucho más cohesionado que antes. Igual que el resto de películas del universo. Esta película ha  hecho más por la creación de un universo compartido que todas las anteriores juntas.




#YAhoraQué


Zack Snyder hubiera sido un necio si hubiera dejado pasar la oportunidad que le han brindado para soltar todo lo que tenía dentro. Esta era la ocasión de poner encima de la mesa el universo ficticio que tenía en su cabeza y que no pudo hacer realidad y no la ha desaprovechado. Snyder tenía clara la línea argumental con la que continuar las historias de la Liga de la Justicia y plantea aquí los primeros hilos de lo que poyete ser una historia gigantesca y épica. La cantidad de elementos que introduce en la película que apuntan hacia diferentes hilos de un universo todavía sin explorar es asombrosa, no solo mediante personajes y cameos sino especialmente gracias a esa espectacular y extensa escena final que apunta a toda una trama para el futuro. Es inutil plantearse si este era o no el plan original que Warner y/o Snyder tenían desde el comienzo y es probable que nunca lo sepamos, pero en cualquier caso, si lo que aquí se apunta llega algún día a ver la luz, el universo DC de Warner tiene la oportunidad de ser mucho mejor de lo que ha sido hasta ahora. Han hecho falta menos de 24 horas para que un nuevo hashtag nazca en la red, #Releasethesnyderverse. Y viendo lo ocurrido en los últimos años es de esperar una presión masiva hacia la major para seguir dejando al director que muestre su visión. Parecería de locos que Warner dejase marchar una oportunidad con la que ni siquiera habían soñado de reanimar su moribundo universo, pero cierto es que quedan demasiados cabos sueltos ajenos a lo estrictamente narrativo, no siendo el menor de ellos que Ben Affleck se haya alejado definitivamente de Warner y que ya esté en producción una nueva versión del murciélago. En cualquier caso, si Warner, de la mano de Zack Snyder es capaz de poner su trastero en orden y traer de nuevo al barco a todas las personas necesarias para hacerlo, será algo que merezca la pena seguir, tanto por lo puramente cinematográfico como por lo estrictamente empresarial.


En definitiva La Liga de la Justicia de Zack Snyder es una película que mejora en todos los sentidos a la versión estrenada en 2017 y que tiene todo lo bueno y también lo malo de su director. Es una película de superhéroes épica y grandiosa como corresponde a la Liga de la Justicia y con unos protagonistas, ahora sí, a los que el espectador quiere seguir. Al final sirve para anclar todavía más a Snyder como un director con una concepción única del espectáculo visual, del cine como estética que no muchos entienden y comparte, pero que es sin duda necesaria en un mercado copado por superproducciones salidas de una misma cadena de montaje. Esta película demuestra que cuando Zack Snyder dispone del tiempo y el espacio para desarrollarse, es capaz de limar sus mayores tics y entregar una producción sobresaliente.