martes, 6 de abril de 2021

Crítica: 'Godzilla vs. Kong', Adam Wyngard

Godzilla vs. Kong (Id, 2020, Adam Wingard) es la definición gráfica de lección aprendida. La película, cierre de esta imaginaria “primera fase” del Monsterverso, es capaz de sumar los aciertos de las películas anteriores de la franquicia dejando de lado los principales fallos, dando como resultado un blockbuster de manual de los que, como está siendo demostrado, pueden arrastrar al público a las salas. 

Recordemos brevemente las anteriores iteraciones de este Monsterverso. En Godzilla (Id, 2014, Gareth Edwards) se trató de aplicar a rajatabla aquello de insinuar siempre es mejor que mostrar en una película que pedía a gritos todo lo contrario, más aún cuando la trama de los personajes humanos —así como los propios personajes— fallaban estrepitosamente. Kong: La Isla Calavera (Kong: Skull Island, 2017, Jordan Vogt-Roberts), sin duda la más equilibrada hasta el momento, aprovechaba el look sesentero reminiscente de Apocalypse Now (Id, 1979, Francis Ford Coppola) y un reparto más que solvente para ofrecer una película mucho más redonda que la anterior. Aquí sí, la criatura se mostraba desde el primer momento, y la acción estaba a la altura, aunque quizás su ubicación y ambientación temporal la dejaran en una posición algo deslocalizada dentro de la saga. Por su parte Godzilla: el rey de los monstruos (Godzilla: King of the Monsters, 2019, Michael Dougherty) fue con todo. La espectacularidad alcanzada por las batallas del monstruo nuclear contra el resto de criaturas de la película era algo nunca antes visto. La trama de los personajes humanos seguía sin importar a nadie y la acción no quedaba excesivamente bien narrada, pero los niveles de espectacularidad eran mayúsculos. Godzilla vs. Kong toma lo mejor de cada una de ellas para crear una espectacular explosión visual de 113 minutos de duración




Uno de los grandes aciertos de la cinta reside en el entendimiento de que ambas criaturas provienen de contextos diferentes que poco tienen en común entre sí. Esto, que podría haber jugado en contra de una película que quiere hacernos creer que el simio gigante y el monstruo nuclear tienen un mismo origen, acaba siendo una baza a favor cuando se utiliza para contar dos historias diferentes separando las tramas de cada personaje. Mientras Godzilla se mantiene a orillas de grandes ciudades que poder destrozar, Kong, el verdadero protagonista de la cinta, se mete de lleno en una aventura de ciencia-ficción pulp abrazando de pleno las teorías de la Tierra Hueca que apenas se apuntaban en anteriores entregas. Parecería difícil de creer que un mundo que conoce y lidia con la existencia de los Titanes siguiera siendo igual que el mundo que conocemos, y Godzilla vs Kong es consciente de ello. La película dedica algunos minutos —pocos— a mostrar cómo ha cambiado el mundo, científica y socialmente desde la aparición de Godzilla en la primera película, y esto sirve de excusa para, cuando llega el momento, meterse de lleno en una ciencia ficción desvergonzada y sin complejos. Los conceptos locos que presenta la película no tendrían cabida en los entornos más realistas de las anteriores entregas pero encajan con facilidad en el mundo que muestra esta película. 



Y por supuesto la acción. Más cercana a la claridad narrativa de Kong: Isla Calavera que al barullo digital de Godzilla: rey de los monstruos. Cuando las criaturas se enfrentan, y lo hacen pronto y en un buen número de minutos de la cinta, lo hacen a lo grande. En todo momento queda claro lo que está pasando. La acción de Godzilla Vs Kong es lo más espectacular que se ha visto en una pantalla de cine en años. Por supuesto, como es de esperar en un producto de franquicia como este, no hay atisbo alguno de personalidad fílmica tras la dirección de Wingard, si bien es cierto que se aprecian algunos movimientos de cámara y planificación de escenas que realzan la espectacularidad de la película y lo posicionan como un nombre a tener en cuenta para futuros productos de estas características. 



Godzilla vs Kong es una cinta de acción masiva y espectacular que invita a no pararse a pensar dos veces en lo que te está contando. Su guión tiene numerosos aciertos, más estructurales que narrativos, pero en su mayoría no deja de ser una sucesión de escenas que permiten enlazar una set piece tras otra sin perder demasiado tiempo. Y sus protagonistas humanos quedan a medio camino entre lo tolerable y lo indiferente aunque siendo honestos no sobran en ningún caso. Es una película que da exactamente lo que ofrece a un nivel más que sobresaliente, perfectamente consciente de su condición y con una maestría en la ejecución envidiable.

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