¿Qué hacemos con todo esto?
Hablar de La Liga de la Justicia de Zack Snyder (Zack Snyder’s Justice League, Zack Snyder, 2021) es casi hoy en día un deporte de riesgo. El director se ha convertido con los años en uno de esos personajes públicos que generan una controversia malsana a su alrededor, un agresivo enfrentamiento entre detractores y partidarios que empaña sus películas haciendo difícil crear un diálogo sano a su alrededor. Cuando uno lleva meses criticando a un director y la película que está filmando, se hace difícil apreciar, al menos públicamente, las virtudes que pueda tener la cinta, igual que se presenta una tarea prácticamente imposible reconocer los fallos cuando has sido el mayor defensor de la obra antes incluso de esta fuese algo más allá de una entelequia. Lo que ha existido alrededor de esta película es muestra de lo peor que internet puede ofrecer pero también la ha convertido sin duda en uno de los sucesos cinematográficos de los últimos años. No solo por su cualidades fílmicas sino por lo que tiene de movimiento social y por el significado que tiene para el futuro de la industria. Una industria en la que cada vez más, el poder de decisión está mudando de directivos trajeados a la gran masa formada por el público. Si esto es bueno o malo aún está por ver.
Dicho esto me parece importante dejar clara mi posición respecto a la cinta desde el inicio, así, si alguien no la comparte puede cerrar la ventana del navegador y ahorrarse un buen número de palabras. Liga de la Justicia (Justice League, Snyder, 2017), la película estrenada en 2017, planteada por Zack Snyder y firmada por Josh Whedon no me gustó. Cierto es que la aprecié algo más cuando la revisité tiempo después, pero sigo creyendo que es una cinta mediocre que aqueja de la principal crítica que se le ha hecho siempre al universo DC de Warner, algo que no por más repetido es menos cierto. Pisaron el acelerador demasiado pronto y quisieron emular en tres películas lo que la competencia había hecho en el doble. Batman V Superman: el amanecer de la justicia (Batman V Superman. Dawn of Justice, Snyder, 2016) ya fue precipitada, aunque siga siendo una de las mejores películas de la franquicia, se hizo demasiado pronto y podría haber tenido un calado mucho más hondo de haberla hecho con tiempo y planificación. Pero Liga de la Justicia fue la última gota. Llevar a buen puerto una película de grupo teniendo que presentar a más de la mitad del mismo y enfrentarlo a un villano hasta el momento inexistente era más de lo que nadie podría haber hecho, y el resultado fue una cinta de tono irregular a la que el cambio de director terminó de rematar. Cambiar al director de una producción cuando está lleva más de la mitad del rodaje hecho es siempre una decisión arriesgada, pero cuando la persona a sustituir es alguien con una personalidad cinematográfica tan marcada como la de Zack Snyder y habiendo sido además el responsable de erigir todo el universo hasta el momento, convierte a la decisión en no solo arriesgada sino totalmente catastrófica. Ponerse los zapatos de Snyder tuvo que ser todo un reto para Whedon, y nunca sabremos cuánto del resultado se debió al director y cuánto a la propia Warner, igual que nunca sabremos la película que hubiera visto la luz si Snyder hubiera podido terminarla.
El cajón de los recortes
Porque me parece cuanto menos arriesgado afirmar que la película que ha visto ahora la luz a través de la plataforma HBO es la película que Snyder hubiese estrenado en 2017. Por un lado es obvio que el cineasta ha tenido tres años para estudiar la reacción del público y como es lógico ha tomado buena nota de lo aprendido. En esta nueva iteración ha corregido todas las faltas que se achacaron a la cinta de 2017. Si el CGI dejaba mucho que desear, aquí luce de maravilla, donde encontrábamos un villano pobremente definido aquí es dotado de un trasfondo y profundidad nuevas, el humor fácil que tanto llamaba la atención ahora está medido al milímetro. Esta película es el estudio de tres años de las reacciones del público.
Por otro lado Warner ha tomado la insólita decisión (o quizás no tanto si finalmente le permite reactivar un universo fílmico que hasta hace unas semanas sufría los últimos estertores) de dar carta blanca al creador. No solo una carta blanca sino la baraja entera, y un talonario en blanco de regalo. Snyder ha tenido una libertad creativa absoluta que más de un director consagrado ni ha soñado en toda su carrera, y de la que sin duda no hubiera podido disfrutar si la producción hubiese seguido su curso natural hace cuatro años. Muchos de los elogios que pueden hacerse a La Liga de la Justicia de Zack Snyder vienen precisamente por su duración y por el mayor espacio que tiene para desarrollar a sus personajes. Un espacio del que hubiese carecido en 2017, lo que hubiera provocado problemas similares a los que acabó teniendo la versión estrenada en cines. De modo que asumir que esta película es la versión que Snyder hubiera estrenado en su día si la tragedia no se hubiese cruzado en su vida es una ilusión. En cualquier caso, para analizar el resultado de la producción, todo esto tiene una importancia más bien transversal. La Liga de la Justicia de Zack Snyder es una película diferente a la Liga de la Justicia de Josh Whedon, con muchos elementos comunes, pero diferente.
También es obvio que estas cuatro horas no han salido únicamente del material descartado de aquella primigenia versión. Pueden apreciarse con claridad los planos que vienen del rodaje original, en su mayoría extensiones de escenas ya vistas que replantean en ocasiones por completo el significado o el alcance de las mismas. Pero con igual facilidad se aprecian planos filmados enteramente para esta versión -lo que nos regala un Ben Affleck en diversos estados físicos- e incluso se adivinan escenas creadas digitalmente insertando a los actores sacados de planos del rodaje original en nuevos planos enteramente digitales creados para la ocasión. Un refrito vamos.
Más allá del estilo.
La película tiene un comienzo algo irregular que hace temer lo peor. Snyder es un cineasta eminentemente estético que prima lo visual a menudo sobre todo lo demás. Es habitual verlo usar y abusar de un estilo visual único y potentísimo, en ocasiones a costa de sus propias películas. En el caso de La Liga de la Justicia de Zack Snyder los primeros compases de la cinta muestran a este director que muchos llaman “de videoclips” como si fuera esto algo despectivo. Ciertamente todos sus tics visuales están aquí, el fetichismo visual, los planos a cámara lenta con canciones contemporáneas de fondo, escenas espectaculares, ideales para fabricar postres y fondos de pantalla pero que entorpecen a menudo la narración, el aspecto digital sobrecargadísimo… El epítome de esto sea posiblemente el plano a cámara lenta de la cuchilla de afeitar de Bruce Wayne (Ben Affleck) bajo el agua del grifo como si esta fuera el arma definitiva, la clave para salvar el universo.
También el formato de 4:3 parece una decisión demasiado caprichosa como para ser valorado positivamente. Cuesta encontrar un argumento narrativo apreciable que obligue al formato cuadrado, y cuando uno lleva unos minutos de película todo parece indicar que la cinta no es sino el resultado de dar a un director caprichoso todos los juguetes de la tienda para que juegue con ellos a su antojo.
Pero.
La película mejora, y de qué manera. Poco a poco va cogiendo carrerilla y como si el propio Snyder fuese entrando en calor va siendo cada vez más contenida y precisa. Parece ridículo conceder estos adjetivos al cine de Zack Snyder pero lo cierto es que pese a tener cuatro horas de metraje, la película tiene un ritmo envidiable y mantiene la atención del espectador de forma magistral. Y esto es así no solo en las escenas de acción que las hay en gran cantidad, y de muy buena factura, sino a la pura narración que está contando. Todos los personajes tienen una profundidad de la que carecían en la anterior versión. Esto se aprecia especialmente en el caso de Cyborg (Ray Fisher) y en Flash (Ezra Miller) , que en aquella eran meros bosquejos de lo que podían ser y aquí brillan con luz propia hasta el punto de quitar protagonismo a la tríada principal. Pero también ocurre con Aquaman (Jason Momoa), Batman, Superman (Henry Cavill) o Wonder Woman (Gal Gadot). Incluso personajes secundarios como Lois Lane (Amy Adams) pasan de ser meras herramientas narrativas a personajes bien construidos con algo que aportar a la historia. Lo mismo ocurre, por supuesto, con los villanos. En la versión de 2017 parecía difícil creer que un personaje como Steppenwolf (Ciarán Hinds) fuese la causa de la unión de los grandes héroes y que supusiese un verdadero aprieto para ellos. De algún modo parecía poca cosa para lo que uno supone que debe ser la Liga de la Justicia. Aquí por el contrario tiene un desarrollo nuevo, motivaciones y objetivos claros que le erigen como un villano digno y una verdadera amenaza. Y por supuesto está Darkseid, el que en la macrohistoria orquestada por Zack Snyder debería haber sido el gran villano, como lo fuera Thanos para el Universo Marvel. Aparece poco pero lo suficiente como para dejar la semilla. Su mera presencia aporta al conjunto un aire de grandeza que sienta muy bien al grupo.
En esta película se acentúa el concepto de un mundo disgregado. No son solo los héroes quienes están separados tras los sucesos de Batman V Superman. El mundo está dividido y su principal ídolo ha caído. La unión de los héroes es una metáfora de la unión de la humanidad, un retorno a la grandeza, un recuperar la gloria perdida que apenas se intuía en la versión de 2017 pero que aquí queda perfectamente claro. Hay una historia global de la humanidad que se ve reflejada a pequeña escala en la historia de estos seis personajes. Batman en la primera versión apenas era el responsable de reclutamiento e inventario del grupo, pero aquí adquiere una entidad mayor como verdadero líder de los héroes. A lo largo de la narración llega a encontrar la fe y dispone de un verdadero arco de redención que sirve de broche perfecto de una historia que no nos han contado pero que intuimos gracias a lo que se nos cuenta en esta y en la anterior cinta. Aquaman posee la solemnidad que se le asume al personaje y Wonder Woman se convierte en el verdadero símbolo que nos habían contado que era, pero que no habíamos llegado a ver. Superman por su parte tiene menor presencia en la película en términos relativos dada la mayor duración de la cinta, pero esto le otorga sorprendentemente un protagonismo mayor. Por un lado deja espacio para que respiren el resto de personajes lo que indirectamente le beneficia como miembro de un grupo mucho mejor construido, pero por otro la reducción de su presencia lo coloca en el lugar en el que debe estar, como icono y símbolo. Ese potente faro que da luz allá donde ya no queda esperanza. En 2017 era una mera solución a un problema, el arma pesada que sacar cuando todo lo demás falla. Ahora por es uno más del grupo, el pegamento último que hacía falta para cohesionar al grupo protagonista.
La versión definitiva.
Es difícil valorar una película como esta con todo lo que la ha rodeado. Es mejor película que la versión anterior, de eso no hay duda. Pero hay que reconocer también que gran parte de esta mejora viene por el espacio del que dispone para contar su historia. Podríamos decir que el buen director no es solo el que sabe contar una historia sino el que sabe contarla sin que sobre ni falte nada. Me cuesta afirmar que no sobra nada en esta Liga de la Justicia de Zack Snyder. La película es entretenidísima y un disfrute visual de principio a fin pero no puedo dejar de pensar que se podría haber contado lo mismo en menos tiempo y sin perder ninguno de los elementos positivos de la cinta. Esto, sin embargo no hace un mal director a Snyder, no necesariamente, pero sí uno afortunado que ha tenido la oportunidad de su vida para contar lo que quería contar del modo en que quería hacerlo. En cualquier caso el resultado global de la cinta es muy positivo, pero es que además tiene algo que hace que se la pueda apreciar todavía más, y es que hace mejores a todas las demás películas del universo DC. Tomando esta película como continuación natural de El hombre de Acero (Man of Steel, Snyder, 2013) y Batman V Superman, aquellas ganan una identidad nueva como partes constituyentes de un todo mucho más cohesionado que antes. Igual que el resto de películas del universo. Esta película ha hecho más por la creación de un universo compartido que todas las anteriores juntas.
#YAhoraQué
Zack Snyder hubiera sido un necio si hubiera dejado pasar la oportunidad que le han brindado para soltar todo lo que tenía dentro. Esta era la ocasión de poner encima de la mesa el universo ficticio que tenía en su cabeza y que no pudo hacer realidad y no la ha desaprovechado. Snyder tenía clara la línea argumental con la que continuar las historias de la Liga de la Justicia y plantea aquí los primeros hilos de lo que poyete ser una historia gigantesca y épica. La cantidad de elementos que introduce en la película que apuntan hacia diferentes hilos de un universo todavía sin explorar es asombrosa, no solo mediante personajes y cameos sino especialmente gracias a esa espectacular y extensa escena final que apunta a toda una trama para el futuro. Es inutil plantearse si este era o no el plan original que Warner y/o Snyder tenían desde el comienzo y es probable que nunca lo sepamos, pero en cualquier caso, si lo que aquí se apunta llega algún día a ver la luz, el universo DC de Warner tiene la oportunidad de ser mucho mejor de lo que ha sido hasta ahora. Han hecho falta menos de 24 horas para que un nuevo hashtag nazca en la red, #Releasethesnyderverse. Y viendo lo ocurrido en los últimos años es de esperar una presión masiva hacia la major para seguir dejando al director que muestre su visión. Parecería de locos que Warner dejase marchar una oportunidad con la que ni siquiera habían soñado de reanimar su moribundo universo, pero cierto es que quedan demasiados cabos sueltos ajenos a lo estrictamente narrativo, no siendo el menor de ellos que Ben Affleck se haya alejado definitivamente de Warner y que ya esté en producción una nueva versión del murciélago. En cualquier caso, si Warner, de la mano de Zack Snyder es capaz de poner su trastero en orden y traer de nuevo al barco a todas las personas necesarias para hacerlo, será algo que merezca la pena seguir, tanto por lo puramente cinematográfico como por lo estrictamente empresarial.
En definitiva La Liga de la Justicia de Zack Snyder es una película que mejora en todos los sentidos a la versión estrenada en 2017 y que tiene todo lo bueno y también lo malo de su director. Es una película de superhéroes épica y grandiosa como corresponde a la Liga de la Justicia y con unos protagonistas, ahora sí, a los que el espectador quiere seguir. Al final sirve para anclar todavía más a Snyder como un director con una concepción única del espectáculo visual, del cine como estética que no muchos entienden y comparte, pero que es sin duda necesaria en un mercado copado por superproducciones salidas de una misma cadena de montaje. Esta película demuestra que cuando Zack Snyder dispone del tiempo y el espacio para desarrollarse, es capaz de limar sus mayores tics y entregar una producción sobresaliente.
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