Vengadores: La era de Ultrón (Avengers: Age of Ultron, Joss Whedon, 2015), supuso para muchos un baño de realidad en dos aspectos fundamentales. Por un lado en lo que a la contextualización que una película como esa tiene dentro del Universo Marvel Cinematográfico (UMC) se refiere y por ende al propio diseño estructural que vertebra el UMC; el patrón de varias películas de personajes individuales que anteceden y dan paso a la gran película colectiva que aúna y supera a todas las anteriores se vio en cierta manera roto al no llegar Vengadores: La era de Ultrón a las expectativas dejadas por su antecesora. Finalmente resultó ser una película atractiva, fiel reflejo del punto en el que se encuentra el UMC en la actualidad y con algunos flecos que dejaban entrever cierto agotamiento de la fórmula, pero en definitiva, y pasada ya la excitación del estreno no dejo de ser otra película más de Marvel, quedando lejos del estatus de gran evento cinematográfico del que disfrutó Los Vengadores (The Avengers, Joss Whedon, 2012). Por otro lado, esto causó a su vez que Marvel Studios en su conjunto bajara en cierto modo del pedestal en el que se encontraba –en buena medida gracias al novedoso para algunos concepto de universo compartido- y entrara en el saco comunitario del cine de acción/aventuras en el que se encuentran el resto de estrenos de la cartelera –algo que la derrota en taquilla por parte de Jurassic World (Id, Colin Trevorrow, 2015) no hizo sino afianzar-. Pasadas ya las novedades que trajo consigo Marvel Studios con sus primeras cintas: la demostración de que una fiel adaptación al cine de la fórmula clásica del cómic-book américano de superhéroes es posible, una nueva fórmula para los estudios de afrontar la producción de blockbusters contratando directores con personalidad para que aporten su grano de arena sobre una base ya predefinida y conocida por el público de antemano, o la ya citada novedad –al menos en el cine en su vertiente más mayoritaria- del universo compartido que tan buenos réditos ha aportado al cómic americano durante tantos años; pasadas como digo estas novedades y vislumbradas ya las trabas que pueden acarrear, el cine de Marvel está posándose poco a poco en el sitio al que pertenece, al mismo nivel que cualquier otra película en cartelera, y es en este nivel en el que deben ser evaluadas sus películas.
Desde este prisma, la nueva propuesta de Marvel Studios, Ant-Man (Id, Peyton Reed, 2015) aprueba por los pelos. La cinta de Peyton Reed –director contratado tras la fuga de su anterior equipo creativo formado por el director Edgar Wrigth y el guionista Joe Cornish debido a “diferencias creativas”, tema que por otro lado, ha salido a la palestra ya en varias ocasiones en relación con las películas del estudio- sufre de dos de los principales problemas que aquejan al UMC y que haciendo un ejercicio de abstracción y extrayendo la película del mismo, quedan completamente al descubierto. El primero es que Ant-Man solo funciona si la vemos como parte de un todo mayor, pero pierde muchos enteros al verla de forma independiente. La finalidad de Ant-Man no es otra que la de presentar al público un nuevo héroe y todo el microuniverso -nunca mejor dicho- de personajes y conceptos que orbita a su alrededor, de cara a poder insertarlo en futuras producciones colectivas, como la próxima Capitán América: Civil War (Captain America: Civil War, Anthony y Joe Russo, 2016) o la algo más lejana Vengadores: la Guerra del Infinito (Avengers: Infinity War Part I, Anthony y Joe Russo, 2018). Esto funciona en ambos sentidos, Ant-Man está hecha para poder ahorrar tiempo en la presentación de los personajes en futuras producciones, pero por otro lado es necesario haber visto otras películas anteriores y tener unas ciertas nociones de conceptos comunes a todas ellas para poder apreciar algunos aspectos importantes de la trama. Así, secuencias enteras carecen del significado que se les quiere otorgar sin unos conocimientos previos indispensables –cfr. La secuencia en la que el protagonista ha de robar un dispositivo en una nave de Industrias Stark que resulta ser el nuevo centro de operaciones de Los Vengadores en el que acaba enfrentándose al Halcón (Anthony Mackie), uno de los últimos miembros en incorporarse al grupo, y el significado que este enfrentamiento tiene para el personaje carece completamente de significado si no se han visto al menos Capitán América: el Soldado de Invierno (Captain America: The Winter Soldier, Anthony y Joe Russo, 2014) y la mencionada Vengadores: la era de Ultrón-. Lo que James Gunn hizo a la perfección en Guardianes de la Galaxia (Guardians of the galaxy, James Gunn, 2014) , presentar una película de aventuras sobresaliente en sí misma, que pese a estar ambientada en un universo compartido no requería de él para el desarrollo de su argumento y dejando además la puerta abierta a la inclusión de los personajes en futuras películas del estudio, Reed no sabe llevarlo a puerto en Ant-Man llegando incluso a utilizar una de las escenas postcredito –sí, hay dos- con la única función de presentar otro héroe más para futuras películas acentuando más si cabe la función de película bisagra que tiene Ant-Man.
En este sentido, es manifiesto el escaso desarrollo dramático de la película, en lo que probablemente tuvo algo que ver el baile de director y guionistas que sufrió durante la preproducción. La trama sigue punto por punto los clichés del género: el héroe que no quiere serlo (Paul Rudd), el mentor que trata de enmendar sus errores en la piel de su nuevo pupilo (Michael Douglas), el villano que fue bueno pero se equivocó de camino y que no es si no el reverso maligno del mentor (Corey Stoll), la chica dura pero en el fondo sensible que al principio no pero luego por supuesto que sí (Evangeline Lilly), los amigos algo estúpidos pero siempre leales sin los que no podría llevarse a cabo la misión (Michael Peña, David Dasmalchian y T.I.), etc. No hay en el guión de Ant-Man ni en su realización ni una sola idea que pueda considerarse novedosa o diferente.
Si este espíritu de película-anexo, sobrevuela todo el metraje, hay otro elemento que cada vez padecen más las películas de Marvel Studios y que aquí, debido a la propia idiosincrasia del personaje y sus poderes, se lleva al paroxismo y es el (ab)uso del CGI. Oscar Brox en la revista Dirigido Por… nº457 de julio-agosto en un artículo sobre el uso del CGI en las películas de Marvel Studios escribe al respecto de Los Vengadores: “ello (refiriéndose al esfuerzo de ILM por transmitir la interpretación de Mark Ruffalo en la cara de Hulk) resulta opacado por las necesidades de la acción, en la que cualquier cariz dramático se sacrifica en pos del virtuosismo a la hora de escenificar lo nunca visto: el ensamblaje, en un mismo plano y en un mismo movimiento, del universo Marvel.” Las películas de Marvel Studios ceden cada vez más peso a los efectos digitales y a la espectacularidad de sus escenas, lo que lleva en Ant-Man a una sucesión de set-pieces técnicamente perfectas pero pobres desde el punto de vista dramático. La destreza técnica a la hora de encoger al héroe y hacerle cabalgar hormigas mientas se enfrenta a su némesis en un mundo formado por objetos cotidianos que resultan gigantescamente mortales para ellos es innegable, pero se abusa demasiado de ello, convirtiendo la película en un gran espectáculo visual pero de escaso contenido.
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