viernes, 31 de julio de 2015

'Batman Year One' de Darren Aronofsky y Frank Miller

Ahora que la presencia de Batman en el cine vuelve a estar de actualidad con la nueva película de Zack Snyder, Batman Vs. Superman. El amancer de la justicia (Batman V Superman. Dawn of justice, 2016) y que este mismo mes se ha estrenado el documental The death of "Superman Lives" What happepened? (Id, Jon Schnepp, 2015) sobre la fallida película de Superman dirigida por Tim Burton y protagonizada por Nicolas Cage, me permito recuperar un artículo que publiqué en mi blog de cómics hace ahora exactamente dos años sobre otra curiosa adaptación del hombre murciélago que estuvo en proceso a manos de Darren Aronofsky y Frank Miller y que nunca llegó a ver la luz. Aunque esta película nunca alcanzó fases demasiado avanzadas de la producción, sí llegó a tener un guión e incluso el estudio llegó a encargar algunos bocetos. La película tenía un punto de vista bastante original, algo esperable estando Aronofsky involucrado, y al final no es de extrañar que nunca viera la luz teniendo en cuenta las importancia que la "fidelidad" de las películas a la obra original tiene para muchos aficionados al cómic. Quedará como otro proyecto más perdido en el limbo de Hollywood junto a tantas otras películas que nunca llegaremos a ver pero siempre es interesante imaginar cómo hubieran sido estas películas. Os dejo con el artículo después de la imagen.



Tras la poco afortunada versión de Batman a cargo de Joel Schumacher en Batman Forever (Id, 1995) y Batman y Robin (Batman & Robin, 1997) muchos agradecieron la llegada de Christopher Nolan y David S. Goyer en Batman Begins (Id, 2005) y su nueva visión del Hombre Murciélago, más oscura y real. El éxito de crítica y público realmente llegó con su secuela El Caballero Oscuro (The Dark Knight, 2008) aunque posteriormente se atenuó con el estreno de la tercera y última cinta de la saga, El Caballero Oscuro: La leyenda renace (The Dark Knight Rises, 2012) gracias a la cual algunos de los más acérrimos defensores del trabajo de Nolan comenzaron a enumerar sus fallos y el halo de intocable que rodeaba al cineasta tras la segunda entrega comenzó a desaparecer. Aún así, la saga del Caballero Oscuro de Nolan es probablemente una de las mejores adaptaciones que se han hecho de un superhéroe a la pantalla y es cinematográficamente sobresaliente, amén de recuperar para el cine la figura de Batman que tan dañada había quedado en sus anteriores incursiones. 

Antes de Nolan, Warner valoró muchas otras opciones, como una película de Batman y Superman dirigida por Wolfgang Petersen o un Batman obra de Darren Aronofsky y Frank Miller. Es de éste último del que han salido a la luz en las últimas semanas varios diseños y de la que más información tenemos gracias al libro Tales From Development Hell: The Greatest Movies Never Made? de David Hughes y editado en 2012 por Titan Books que nos cuenta la historia tras el desarrollo de esta película que nunca llegó a ver la luz. En la web Whatculture! podemos leer algunos extractos del libro en los que los propios implicados hablan sobre la evolución de esta película que se iba a llamar Batman: Year One –aunque poco iba a tener que ver con el cómic homónimo de Frank Miller. En palabras del propio Aronofsky:

“Mi propuesta era completamente opuesta, lo cual suponía devolver al personaje a la crudeza de las calles, tratar de situarlo en una especie de realidad real – sin escenarios, sin sets, filmándolo todo en ciudades del interior de América, creando una sensación muy real. Mi propuesta era una mezcla de El Justiciero de la Ciudad y The French Connection: Contra el imperio de la droga con Batman. En Year One, Gordon era una especie de Serpico, y Batman una especie de Travis Bickle.”

A Warner Brothers les interesó la propuesta de Aronofsky –más aún cuando éste propuso a Clint Eastwood como protagonista– hasta el punto de encargarles un guión.

“Un joven Bruce Wayne es encontrado en la calle después del asesinato de sus padres, y acogido por ‘Big Al’ que dirige un taller de reparación de coches con su hijo ‘Little Al’. Movido por un deseo de venganza que se dirige hacia un destino manifiesto del cual solo es vagamente consciente, el joven Bruce (de edad deliberadamente indeterminada) trabaja duramente día y noche en el taller, viendo las idas y venidas de prostitutas, borrachos, proxenetas y policías corruptos en un sórdido prostíbulo al otro lado de la calle, mientras el detective James Gordon encadenando un cigarro tras otro lucha contra la corrupción que encuentra endémica a todos los niveles de la policía de Gotham City.” 
“El primer acto de Bruce como vigilante es enfrentarse a un policía corrupto llamado Campbell cuando éste aborda a ‘Mistress Selina’ en el prostíbulo, pero Campbell acaba muerto y Bruce apenas escapa de ser culpado. Tras darse cuenta de que necesita operar con una mayor metodología, se viste en un principio con una capa y una máscara de hockey. Sin embargo, Bruce pronto evoluciona hacia un ‘uniforme’ más estilizado tanto formal como funcionalmente, adquiere varios artilugios y armas improvisados, y reconvierte un Lincoln Continental negro en un improvisado ‘Batmovil’ – completado con lunas tintadas de negro, gafas de conducir de visión nocturna, parachoques armados y un motor de autobús escolar sobrealimentado. 

Con su nuevo aspecto de ‘Hombre Murciélago’, Bruce Wayne desata una guerra contra los criminales desde el nivel de la calle hasta los más altos escalones, abriéndose paso en la cadena alimenticia hasta el Comisario de Policía Loeb y el Alcalde Noone, mientras los ejecutores del patrimonio Wayne buscan a su heredero perdido. Al final, Bruce acepta su destino dual como el heredero de la fortuna Wayne y el salvador de la ciudad, y Gordon llega a aceptar que, aunque pueda no estar de acuerdo con los métodos del Hombre Murciélago, no puede discutir sus resultados.”

El guión tenía ciertas similitudes con el Year One de Miller (el cómic), escenas enteras como la de Gordon salvando a un bebé en una situación de rehenes o la paliza que recibe de parte de otros policías como advertencia por sus investigaciones, e incluso dejaba ciertos detalles abiertos de cara a una futurible secuela, pero de lo que no se puede acusar a Aronofsky o a Miller es de hacer ningún tipo de concesión al espectador. La escena de presentación del comisario Gordon de esta versión, por ejmeplo, enseñaba a Gordon “sentado en un retrete con un revolver en su boca y seis balas en la mano, pensando si volarse la cabeza."

A pesar de que esta versión nunca llegó a ser un proyecto demasiado firme, sí llegó a ciertas fases que llevaron a los mandamases de Warner incluso a encargar los diseños para una posible película. Tras la aparición de estos diseños, el propio Aronofsky se apresuró a confirmar en Twitter que “ninguno de estos diseños de Batman Year One que están circulando por internet provienen de mi trabajo ni del de Frank. Así que no podemos tomar ningún crédito o ser culpados por ello.” Los dibujos fueron publicados por la web comicbookmovie sin citar su fuente, pero en algunos de los diseños aparece el nombre del estudio responsable que parece ser Draxhall Jump Entertainment. Este estudio , dirigido por el dibujante Ken Lashley, tenía su base en Toronto y aparece en ComicBookDB acreditado como dibujante en unos pocos números de la serie Angel y The Darkness. Ilustrando este artículo se pueden ver los diseños y bocetos que el estudio preparó para esta curiosa versión cinematográfica de Batman que jamás llegó a ver la luz, quién sabe si en parte debido a los propios aficionados que nunca hubieran perdonado tal violación del personaje.



lunes, 27 de julio de 2015

'Mad Max: Fury Road' Cuando la acción es argumento

En una cultura que ensalza lo nuevo, lo joven, lo rompedor, que un señor de 70 años firme la película más fresca de toda la temporada debería hacer que muchos se replanteasen su visión de la industria. George Miller, retoma la saga que lo convirtió en un autor de culto hace casi 40 años y es asombrosa la energía que desprende. Mad Max: Fury Road (Id, 2015) no pretende ser nada que no es, no trata de vender una falsa imagen donde no la hay y no se preocupa por alcanzar un target de edad mediante la inclusión de elementos artificiosos ajenos a la narración; es una cinta sincera, directa a la yugular, pura energía visual que acaba siendo irónicamente la película más joven de cuantas se han estrenado en los últimos años. Sobresale en Mad Max: Fury Road la utilización del ritmo por parte de sus creadores, y debemos unir aquí a Miller con Margaret Sixel a la sazón esposa del director y montadora de la cinta y una de las grandes responsables de que Mad Max: Fury Road sea dos horas de puro ritmo, de pura adrenalina que condensa las casi 500 horas que Miller filmó –rodó en digital– en auténtica poesía visual. En la inacabable persecución de Immortan Joe (Hugh Keays-Byrne) y sus secuaces a Imperator Furiosa (Charlize Theron) y un Max (Tom Hardy) que carece aquí de nombre casi hasta el final del relato –decisión que enlaza con el discurso de género predominante en la historia– vemos pura cinética, un dinámico enfrentamiento de fuerzas absolutamente dispares que utiliza la inabarcable y desoladora amplitud del desierto australiano (aunque fue rodada mayoritariamente en África) como lienzo sobre el que dibujar relaciones, conceptos muy humanos que contrastados con esta gran masa de arena adquieren una profundidad añadida; y también como metáfora de lo utópico del plan de Furiosa, como innegable señal de que seguir hacia delante no puede llevar a nada más que a más arena, y que es necesario volver atrás, retomar el punto de partida, reinventar lo ya conocido. Exactamente lo que ha hecho Miller como realizador, pasar por alto los avances del cine de acción contemporáneo y regresar a su primigenea Mad Max –más exactamente a Mad Max: el guerrero de la carretera (Mad Max 2. The road warrior, George Miller, 1981)– y desde ahí utilizar toda la tecnología a su alcance como si fuera utilizada por primera vez, poniéndola a prueba, forzando los límites, como si no hubiese sido utilizada por nadie hasta este momento. Aquí reside el valor más puramente cinematográfico de la película, que marcará con toda probabilidad una nueva escuela de la que pronto veremos imitadores, y esperemos que tenga la suficiente permeabilidad como para crear una nueva forma de entender el cine.

Algunos han criticado la cinta confundiendo la escasez de diálogo en el guión con una aparente falta de argumento. Nada más lejos de la realidad, Mad Max: Fury Road es puro argumento, es argumento convertido en acción. Si algo se olvida en el Hollywood actual es que la acción no solo puede si no que debe ser argumento, y aquí Miller da una clase magistral al respecto, narrando varias tramas superpuestas con varios niveles de lectura y una más que apreciable profundidad emocional con el mínimo de diálogos posibles y usando la cinética, el movimiento más salvaje y loco como motor de toda la historia. Quizá haya sido la influencia de Sixel no solo en la sala de montaje si no durante todo el proceso creativo de la película (que ha durado años) la causante del discurso feminista –o femenino– que tiene la historia.  Se ha dicho que dicho discurso no es algo premeditado y consciente por parte de Miller si no que es algo que surge naturalmente de la historia que se cuenta. Sin embargo más bien parece que Miller tenía muy claro el mensaje que quería transmitir y creó una historia a partir de ahí. Esto alejaría a Miller de las nuevas oleadas de realizadores de acción y lo entroncaría con generaciones anteriores, a las que pertenece o incluso precede, que tenían conciencia del cine como herramienta de comunicación, de transmisión de mensajes. Si una comunicación debe poseer además de un emisor y un receptor, un lenguaje, un canal y un mensaje, y si asumimos que el lenguaje y el canal son los formados por el cine y sus métodos de presentación, se echa en falta en gran parte del cine actual un mensaje que transmitir. Miller, haciendo gala de un entendimiento del medio como pocos hoy en día concibe el cine como lenguaje con el que transmitir un mensaje y sabe que sin este, el lenguaje no sirve para mucho. De este modo Mad Max: Fury Road se convierte en una oda a las mujeres fuertes, un discurso que sitúa a la mujer en un plano de superioridad sobre el hombre, que está ahí para apoyarla, para ayudarla a cumplir su objetivo –de ahí que el nombre que importe sea el de Furiosa, que queda mencionado casi al comienzo de la cinta, no el de Max–, que no es otro que el de mejorar la sociedad escalando en justicia e igualdad. La mujer es el agente que puede producir el cambio y el hombre es nada más –y nada menos– que la herramienta que le ayuda a lograrlo. En este sentido es significativo uno de los últimos planos de la película en el que una vez Furiosa ha devuelto a las mujeres a la Ciudadela y ha liberado el agua para toda la población, mientras ésta se eleva entre la multitud como salvadora de la sociedad, Max se aleja entre la masa de ciudadanos anónimos; una vez ha ayudado a Furiosa a cumplir su objetivo, ha dejado de tener una función en la nueva sociedad que de ahí surge y se retira de nuevo al nomadismo.

martes, 14 de julio de 2015

'Jurassic World', un remake disfrazado de secuela

A nadie se le escapa que el Hollywood de hoy en día sería incapaz de subsistir sin tirar de archivo. Secuelas, remakes, revisitaciones, adaptaciones, reboots; en cuanto se sobrepasa un cierto presupuesto –y muchas veces incluso antes– son pocos los guiones originales que llegan a las carteleras, y menos aún los que logran mantener el tipo en las salas. Solo hay que ver la fría acogida que ha tenido recientemente Tomorrowland (Id, 2015, Brad Bird) para prever lo difícil que lo van a tener los realizadores los próximos años para presentar a los estudios propuestas completamente originales. Que entre tanto maremágnum revisionista volvieran los dinosaurios que puso de moda Steven Spielberg hace ya 22 años con Parque Jurásico (Jurassic Park, 1993, Steven Spielberg) era solo una cuestión de tiempo. Un tiempo que se ha alargado más de lo deseado probablemente debido a la olvidable última entrega, Parque Jurásico III (Jurassic Park III, 2001, Joe Johnston) que no supo entender las razones que hicieron a cinta de Spielberg ser el éxito que fue, algo que por otro lado casi ni el mismo realizador supo mantener cuando rodó su secuela El Mundo Perdido (The Lost World: Jurassic Park, 1997, Steven Spielberg). El retorno de los dinosaurios a la pantalla estaba claro, era solo cuestión de encontrar la fórmula para hacerlo, una fórmula que de no ser la adecuada podría haber hundido la franquicia de forma definitiva. El modelo llevado a cabo en Jurassic World (Id, 2015, Colin Trevorrow) no es nuevo, ya lo utilizó por ejemplo John Carpenter en 2013 Rescate en Los Angeles (Escape from L.A., 1996), y consiste en rodar un remake disfrazándolo de secuela. Tomar punto por punto el guión y personajes originales pero añadiéndole dos o tres pinceladas que justifiquen que sea llamado secuela. Jurassic World sigue al pie de la letra este esquema y los resultados en taquilla –está devorando todos los records con los que se topa a cada día que pasa– le dan la razón.


Los que recuerden Parque Jurásico tendrán en la memoria el disfuncional grupo formado por el Dr. Alan Grant (Sam Neill) paleontólogo con miedo al compromiso y ciertas ideas algo locas sobre los dinosaurios, la Dra. Ellie Sattler (Laura Dern), fuerte, curiosa y con buena mano con los niños, el Dr. Ian Malcom (Jeff Goldblum) pedante mezcla de científico y Rock-Star, el pseudo-filántropo John Hammond (Richard Attenborough) aspirante a dios y creador del parque y sus dos sobrinos, Tim y Lex, que al verse enfrentados a una situación extrema no solo consiguen madurar sino hacer madurar a los adultos que tienen a su alrededor. No es difícil ver a estos personajes reflejados en los papeles encarnados por Chris Pratt, Bryce Dallas Howard y los jóvenes Nick Robinson y Ty Simpkins o en el del director del parque, Masrani (Irrfan Khan), trasunto de un John Hammond adaptado al siglo XXI, o en el villano interpretado por Vincent D’Onofrio con motivaciones y acciones totalmente extrapolables a las que tenía Dennis Nedry (Wayne Knight) en la primera. Pero no todo acaba en los personajes; toda la película en su conjunto es una recreación más o menos fiel y ordenada del esquema argumental de Parque Jurásico, desde el desarrollo rítmico de la acción a algunas escenas completas que son aquí escrupulosamente reflejadas y menos actualizadas de lo que nos quieren hacer creer (cfr. La ya mítica escena en la primera película en la que un grupo de personajes huyen en un todoterreno de un Tiranosaurio furioso a la carrera con el Dr Malcolm con la pierna herida sentado en la parte posterior del vehículo de cara al dinosaurio es aquí retomada cambiando al Rex por unos Velocirraptores, el todoterreno por una furgoneta y el Dr Malcolm por los niños protagonistas; por no hablar de la batalla final en la que el Tiranosaurio Rex se enfrenta a su primo evolucionado el Indominus Rex en una escena prácticamente calcada de Parque Jurásico).

Frente al “menos es más” del minimalismo, el posmodernismo contesta “Menos es aburrido”. Donde antes teníamos al Tiranosaurio Rex, el dinosaurio más grande y fiero que podíamos imaginar, ahora tenemos a un híbrido hipervitaminado creado genéticamente, donde antes teníamos un pequeño grupo en una visita de prueba ahora tenemos todo un parque a pleno rendimiento abarrotado de visitantes, mientras que antes se intentaba comprender a los dinosaurios, ahora se trata de domarlos (aunque el camino hacia esto ya quedó allanado por Parque Jurásico 3 y sus Velocirraptores que hablaban). Todo esto no hace sino perjudicar a aquello que hizo que Parque Jurásico fuera lo que es, los personajes. Personajes bien dibujados con motivaciones y miedos, con evolución. El Alan Grant que empieza Parque Jurásico no es el mismo que la acaba. John Hammond el creador y dueño del parque llegaba a ver el funesto final de su sueño y a comprender su arrogante error, algo que no tiene oportunidad de comprobar su alter ego de Jurassic World. Precisamente Owen, el protagonista interpretado por Chris Pratt que algunos han querido ver como un Han Solo moderno es uno de los personajes más planos de la cinta, con un patrón ya algo desgastado por el cine norteamericano y sin evolución alguna a lo largo de todo el metraje. La directora del centro, a la sazón tía de los niños protagonistas es la única que tiene quizás una pequeña epifanía al darse cuenta de sus errores y de las consecuencias de su forma de ver el mundo, algo similar a lo ocurrido con Hammond en Parque Jurásico pero incluso esto no llega a desarrollarse más allá de dos pinceladas aquí y allá. El error de Jurassic World es tener unos personajes que se entienden mejor como contraposición o en comparación con sus homólogos originales que como personajes independientes en sí mismos. En el campo actoral sin embargo hay que agradecer no sabemos si a la suerte o al buen ojo de Steven Spielberg que no por nada está donde está, el haber escogido como protagonistas a Chris Pratt, ahora enormemente de moda, pero cuasi desconocido cuando firmó por la cinta y a Vincent D’Onofrio, un actor que nunca ha tenido una gran fama pero que ha visto relanzada su carrera con la serie Daredevil de Netflix (Id, 2015, Drew Goddard).

Trevorrow filma Jurassic World con eficacia y cierto ritmo firmando un blockbuster ejemplar, una cinta fácilmente disfrutable aunque con un equilibrio inestable entre argumento y acción, y sabe retomar los elementos que hicieron que Parque Jurásico triunfara 22 años atrás y darles un lavado de cara para el siglo XXI. Sin embargo él no es Spielberg, y Spielberg ya entonces era más que un director, era un artesano con un profundo conocimiento del medio cinematográfico y con una enorme pasión por el producto que estaba llevando a cabo. Jurassic World carece de la personalidad autoral que tuvo Parque Jurásico, de las semillas de género que Spielberg plantó a lo largo del metraje y que aquí parecen querer tímidamente asomar en algún momento, pero sin mantenerse más allá de unos pocos minutos. El mismo Spielberg diluyo a su yo autor en su propia secuela tratando de homenajear demasiadas cosas –quizá incluso a sí mismo– y ya en la tercera parte se perdió por completo el espíritu que dio origen a la saga. Jurassic World ha sido capaz al menos, y no es poco de rescatar la franquicia, y hacerlo con energía, con una cinta que no solo no esconde lo que es sino que lo muestra con orgullo sabiéndose sobresaliente en su terreno.